Se sabe con certeza que Antínoo, el amante del emperador romano Adriano, nació en Bitinio-Claudiópolis, ciudad de la región de Bitinia, en el noroeste de Asia Menor, entre los años 110 y 115.
Antínoo y Adriano
En uno de sus viajes, Adriano, el emperador, quedó impresionado por el bello esclavo adolescente, casi un niño, ya que no tendría más que diez a doce años (110 0 115 d.C.)
En la actualidad no puede precisarse si el primer encuentro entre los dos se produjo ya durante la primera estancia de Adriano en Bitinia, en 121, o en 124, mientras que el emperador había nacido en Itálica o Roma, 24 de enero de 76, es decir, Adriano tenía 35-40 o así.
Desde el momento de su encuentro, y hasta su muerte en el año 130, es decir, hacia los veinte años como mucho, Antínoo acompañó al emperador en todos sus viajes durante los años (entre 121-24 a 130) en que estuvieron juntos.
Antínoo deificado como Dionysos. Museos Vaticanos.
Durante toda su vida, Adriano aspiró al ideal de vida griego. Según la visión que del mismo tenían los romanos, de este ideal de vida formaba parte el hecho de ir con efebos, en la cual el hombre adoptaba el papel de mentor del adolescente en todos los aspectos de la vida. La tradición cristiana y la interpretación moderna de la “pederastia” la reducen generalmente a su componente sexual, ignorando las muestras de amor. Por otro lado, se sabe que el emperador estaba descontento de su matrimonio con su esposa Vibia Sabina. O fue al revés, es decir: No le gustaba para nada Vibia Sabina, porque le encantaban los jóvenes de otro sexo. Y se enamoró de Antinoo.
Antinoo en el anverso de una moneda romana.
Sobre la naturaleza precisa de las relaciones entre Antínoo y Adriano la información es muy escasa. El poeta Páncrates de Alejandría, contemporáneo de Adriano, hace referencia a un hecho que tuvo lugar en el desierto de Libia. Según este autor, Adriano dio muerte a un león con una jabalina poco antes de que atacase a Antínoo. En el lugar en que la sangre del león goteó sobre la arena, habría surgido la “flor de Antínoo”, el antinóeios (flor de loto de color rojo). Es imposible saber si el acontecimiento se basa en un hecho que tuvo lugar realmente o si se trata simplemente de un añadido posterior para embellecer la vida del personaje.
LA MUERTE DE ANTÍNOO: ¿ACCIDENTE, SUICIDIO O ASESINATO?
También las circunstancias de la temprana muerte de Antínoo están entremezcladas con leyendas. Está firmemente establecido que el joven cayó al río Nilo el 30 de octubre del 130 o poco antes, cerca de la ciudad de Besa, en el Egipto medio, y se ahogó ante la mirada de Adriano.
Dion Casio y Aurelio Víctor, que escribieron en fecha muy posterior, explican que las circunstancias de su muerte no estaban claras. Según una de las versiones recogidas por los historiadores, la muerte de Antínoo fue un accidente. Según otra versión, Antínoo se habría sacrificado por el emperador, para asegurarle, mediante este sacrificio, una vida larga y afortunada. Antínoo habría sabido por un astrólogo que su suicidio brindaría al emperador la posibilidad de seguir viviendo después del plazo que le había sido asignado por los hados. Retrospectivamente, no puede tampoco descartarse la hipótesis de una intriga palaciega. La esposa de Adriano no debió quedar demasiado afligida por la muerte de su competidor.
Inmediatamente después de su muerte, posiblemente incluso desde el mismo día en que ésta tuvo lugar, Adriano, profundamente dolido, comenzó el enaltecimiento de su joven compañero. En el mismo escenario del infortunado acontecimiento, a orillas del Nilo, en el Egipto Medio, ordenó levantar, según el modelo helenístico, la ciudad de Antinoópolis o Antínoe. La ciudad y sus habitantes recibieron del emperador privilegios y favores completamente inusuales. En la misma ciudad se levantó también, posiblemente, el monumento funerario del favorito imperial. La construcción es mencionada en una inscripción jeroglífica sobre un obelisco hoy emplazado en Roma. Probablemente el obelisco estaba originalmente situado también en Antinoópolis, y simbolizaba el lugar del renacimiento del fallecido, según las creencias del Antiguo Egipto.
Relieve que muestra a Antínoo como Dioniso, hoy en el Palazzo Massimo alle Terme.
Inmediatamente después de la muerte del joven, comenzó su adoración como divinidad o, al menos, como héroe. Los cultos a Antínoo se establecieron sobre todo en las provincias orientales del Imperio Romano, de fuerte impronta griega Esto se debió a varias razones. Ya desde el período helenístico existía la tradición de deificar a algunos hombres después de su muerte. Además, varias ciudades griegas deseaban halagar con ello al emperador amigo de los griegos. Antínoo fue asociado o identificado con dioses como Dionisos. En Egipto, su identificación con Osiris tuvo un significado especial. Solo la muerte por ahogamiento durante la crecida sagrada del Nilo ya implicaba para los egipcios la exaltación: también el dios Osiris se había ahogado en el Nilo, de acuerdo con la mitología egipcia, por lo cual la consagración del joven como “Osiris-Antínoo” u “Osirantínoo” no fue tan sorprendente. Como el gran dios, después de su deificación, Antínoo podía recibir plegarias y curar a los enfermos.
Antínoo como Osiris. Hallado en la Villa Adriana; hoy en el Louvre.
En muchas de las ciudades del Imperio comenzó, poco después de la muerte de Antínoo, la erección de templos y la institución de sacerdocios para celebrar su culto. En su honor se organizaron competiciones musicales y deportivas, similares a los Juegos Panhelénicos, las Panateneas y los Ptolemaicos, denominadas Antinóeia.
Antinoo como Agathodaímon
Además de Antinoópolis y de la ciudad natal de Antínoo, Bitinio-Claudiópolis, fueron centros del culto de la nueva deidad las ciudades de Alejandría, en Egipto, y Mantinea, en la región griega de Arcadia, así como Lanuvium, en el Lacio. Allí se celebraban cada cuatro años los Grandes Juegos de Antínoo. Por todo el Imperio se han descubierto inscripciones en su honor, además de en Roma, por ejemplo en Lanuvium y en Tívoli. En numerosos lugares se erigieron estatuas de Antinoo y se acuñaron monedas con la efigie del difunto. El filósofo Numenio de Apamea escribió al emperador una Consolatio y los poetas Mesomedes, Ateneo y Páncrates compusieron poemas sobre Antínoo. Además hay constancia de otro poema de autor desconocido. Probablemente el punto más alto en la exaltación del joven de Bitinia llegó cuando se dio su nombre a una constelación.
El culto de Antínoo alcanzó su máximo desarrollo en los años transcurridos entre su muerte (130) y la de su protector, Adriano (138). No ha llegado hasta nosotros cuál fue la opinión de los contemporáneos del emperador sobre este culto casi obsesivo a un hombre.
Antínoo como sacerdote del culto imperial, Cirene, hoy en el Louvre,París
Sin embargo, la devoción parece haber sido en parte auténtica. En la parte oriental del Imperio Antínoo era considerado un héroe a causa de su presunta muerte sacrificial en beneficio de su amigo y protector. Los primeros autores cristianos, sin embargo, lo vieron de forma enteramente distinta. No hicieron referencia ni a su supuesta muerte sacrificial ni a las misteriosas circunstancias de su muerte. Lo juzgaron, en cambio, de forma muy crítica, no exenta de polémica. Por una parte vieron en él a un infeliz dios mítico creado por el hombre, y por otra, como a un efebo amante del emperador, objeto de sus prácticas homosexuales. Antínoo, sobre todo para los Doctores de la Iglesia del siglo IV, se convirtió en un símbolo de la corrupción moral romana y de la irracionalidad de su politeísmo.
Antínoo como Aristeo, descubierto en el siglo XVII en Roma, hoy en el Louvre.
Casi en paralelo al redescubrimiento del arte antiguo, durante el Renacimiento se dio también un redescubrimiento de Antínoo. Al comienzo la atención estuvo centrada solo en su representación en el arte, y no en la persona o la leyenda del joven bitinio. Para este redescubrimiento fue decisivo que existiesen numerosas obras de arte en los dominios de la escultura y la numismática, justamente los ámbitos en que comenzó la investigación del arte antiguo. Además, se averiguó también muy pronto que el tipo de Antínoo representaba una muestra particularmente clásica de la escultura de la Antigüedad. Con el tiempo llegarían incluso a ser tomadas por retratos de Antínoo algunas estatuas que en realidad representaban a alguna otra divinidad, y su imagen figuró también en monedas y teselas de plomo.
Tesela de plomo romana acuñada en Alejandría. Anverso: Antínoo con la corona HemHem y la luna creciente. Reverso: Serapis con Kalathos y cetro.
La uniformidad de los anversos contrasta con la mayor variedad iconográfica de los reversos. En las monedas acuñadas en Kyme, en Asia Menor, aparece Atenea Promacos en la cara posterior; en las emitidas en Tarso, Dioniso cabalgando sobre una pantera, una pantera sola o el dios río local Cidno. En Nicópolis se presenta una vista de los edificios y las puertas de la ciudad o un toro; este animal está también presente en las acuñaciones de Mitilene. En Arcadia se encuentra un toro en los reversos, y en Delfos un trípode. Más escasas son las referencias directas a Antínoo. En su ciudad natal se le ve al lado de un buey a la carrera, caracterizado como Antínoo-Hermes; en Tarso aparece como Dioniso-Osiris.
No en último lugar, estas acuñaciones debieron atraer la benevolencia del emperador, asegurándole la lealtad de las ciudades. Los fundadores de las ciudades son a menudo mencionados en las monedas acuñadas en ellas, lo que responde probablemente a una intención propagandística. Además de las monedas, se acuñaron teselas de plomo.
DOCTORA ANA MARIA VAZQUEZ HOYS
DOCTORA ANA MARIA VAZQUEZ HOYS
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