Arminio,príncipe de los Queruscos
Arminio (Arminius) es una variante latinizada del nombre germano Armin. Muy posteriormente, el nombre Hermann (‘hombre de guerra’ o guerrero) fue considerado una traducción del latín Arminius, probablemente por el reformador religioso Martín Lutero, quien quería usarlo como un símbolo de la lucha de los germanos contra la poderosa Roma.
Legión romana
Arminio nació en el año 16 o 17 a. C. Era hijo de un jefe querusco llamado Segimer (en latín Segimerus). Fue entrenado como un comandante militar romano y obtuvo la ciudadanía y nobleza romana. Desde el año 4 (con apenas 20 años) comandó un destacamento de queruscos como fuerza auxiliar romana y probablemente luchó en las guerras panonias en la península balcánica.
Moneda de pago de las legiones con la efigie de Varo
Venció a Quintilio Varo en la selva de Teotoburgo, a las afueras de la actual población de Kalkriese, cerca de Detmold.—
LA ALIANZA GERMANICA
El confiado jefe romano se dirigió tranquilamente hacia el este del Rhin; sus 3 legiones, la XVII, XVIII, XIX y los aliados de las tribus germanas garantizarían la seguridad de la marcha.
Mientras tanto las tribus habían decidido por una vez unirse para rechazar el avance imperial. La invasión, los abusos de diversa índole y los impuestos que había establecido Varus, provocaron finalmente la alianza germanica integrada por los Queruscos, los Marsi, Chattis y Bructeris.
Arminio, veterano oficial de las legiones romanas y líder de la coalición, diseño la estrategia: Nada de confrontaciones en campo abierto ( evitando de esta manera enfrentar el orden táctico superior de la legión), llevar a los romanos al interior del frondoso y pantanoso bosque de Teutoburg para entorpecer las maniobras de la caballería y la infantería.
Durante la marcha, los legionarios, llevaban su escudo colgado de la espalda, protegido por una funda de cuero (era de madera y si llovía y se mojaba, las capas de madera de que estaba hecho, podían hincharse y deformarse). Un palo en forma de T que pasaban por encima del hombro y donde llevaban el equipo estándar de cada legionario. (una herramienta de construcción, una escudilla, la cantimplora con forro de plata, dos pilums, dos picas de defensa del foso y una pequeña bolsa con sus pertenencias personales.
No se podía esperar que un legionario pudiera luchar si era así sorprendido. La columna legionaria dependía de su pantalla de caballería, para detectar cualquier amenaza a tiempo para que los hombres se aprestaran al combate. Sin embargo, esta vez, la caballería auxiliar que debía realizar esta función, estaba compuesta básicamente por germanos a las órdenes de Arminio.
Aquel amanecer de septiembre , la legión se despertó como de costumbre. El cielo estaba velado por negras nubes que presagiaban una intensa tormenta. Cuando la inmensa columna se puso en marcha, Arminio, que cabalgaba junto a Varo, pidió permiso para unirse a la avanzadilla con sus hombres, y Varo le despidió con sus bendiciones. La caballería auxiliar, sencillamente se desvaneció uniéndose a las masas de guerreros germanos que pacientemente aguardaban emboscados en silencio a ambos lados de la ruta que debían tomar los romanos.
El denso bosque del Teutoburgo.
Paradójicamente, la noche anterior, Segestes, suegro de Arminio, había advertido a Varo de la traición de su yerno, sin embargo,
Varo, hizo caso omiso, creyendo que el aviso era la pataleta del anciano por la boda no consentida de su hija con un hombre que había demostrado su lealtad a Roma hasta el punto de ganarse la ciudadanía.
Moderna reconstrucción en Kalkriese.
La evidencia arqueológica demuestra que estos muros y fosos se erigieron de una calidad y tamaño similar al que una legión podría construir en campaña, en una configuración precisa (en ángulo sobre la línea de avance) para anular la ventaja de las armas y estrategias romanas que Arminio tan bien conocía. La pesadilla de la mejor máquina militar de la época, la legión, había sido concebida, estaba lista y estaba a punto de caer sobre la legión.
Pronto las unidades de vanguardia vieron su avance cerrado por las fortificaciones. Varo hizo un alto, y consciente de que la horda que les había atacado el día anterior estaba a sus talones, ordenó a una porción de sus tropas levantar un campamento fortificado a toda prisa a caballo de la pantanosa orilla del rio y un pequeño montículo, mientras el resto de sus fuerzas fueron enviadas al frente a tratar de abrirse camino en las fortificaciones a cualquier precio.
Entre el pantano (verde oscuro) y las colinas (marrón)
que por cierto, también estaban fortificadas, está la zona rosa
donde se han recuperado miles de objetos de las legiones.
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LA BATALLA
La ruta que Arminio preparó, llevaba a las legiones a un punto de las montañas del Teutoburgo, que está espesísimamente arbolado. En ese punto en concreto, (cerca de la moderna población de Kalkriese) la ruta tenía que pasar por un cuello de botella con una abrupta montaña por un lado y un infranqueable rio de pantanosas orillas por el otro.
Un ejército legionario avanzaba un promedio de 30 Km. diarios. El procedimiento era el siguiente: Pasaban cada noche en un campamento fortificado, rodeado de una empalizada y un foso, que daba cabida a las legiones del ejército y donde podían descansar en completa tranquilidad.
Guiados por los “aliados” bárbaros los romanos siguieron avanzando hacia su destino final. En un punto de la marcha Arminius solicito permiso a Varus para explorar junto a sus queruscos el terreno por delante, para prevenir cualquier contraste y para traer a los aliados en camino.
Esta vez Varus cometió uno de sus últimos errores y dejo ir al líder germano quién junto a sus hombres se adentro entre los árboles. Sin que ellos lo sepan, la sombra de la muerte planeaba sobre las legiones de Roma.
Diagrama de la emboscada de Arimino a Varo(Wikipedia)
Pocas dudas caben según los objetos encontrados en la zona cercana a la colina de Klakriese, en lo que se conoce como el bosque de Teutoburg, que los expedicionarios imperiales fueron completamente rodeados y sorprendidos.
Esto se deduce de la manera en que se encontraron los restos en el campo de batalla; empuñaduras de espada, broches de capas, proyectiles diversos, una buena cantidad de monedas con el sello VAR, ( evidentemente usadas para pagar los salarios de las tropas de Varus) y una interesante cantidad de artefactos de uso civil, todos concentrados en un área particularmente delimitada.
La provincia de Germani en época de Varo,en rojo, su ruta(Wikipedia)
Sin embargo si se tiene en cuenta que la expedición romana tenía no menos de 20 mil individuos, presumimos que los atacantes debían tener por lo menos una cantidad similar. Ahora, si se tiene en cuenta que Roma tenía el mejor ejército de la época, que estaba muy bien armado y que tenían oficiales veteranos, no podemos descartar que los atacantes tuvieran una masa de guerreros muy superior en número.
El ataque se inició con un inmenso rugido salido del bosque, seguido de un violento combate donde las jabalinas romanas intentaban con dificultad alcanzar a los bárbaros, quienes aconsejados por Arminius debían tener jabalinas diseñadas para neutralizar los escudos romanos. Los proyectiles, saetas, flechas y otras armas arrojadizas volaron entre los ejércitos hasta que con un grito de guerra, los hombres chocaron.
Sin embargo una lluvia de grandes proporciones se desato en los momentos previos a la batalla. Este hecho en apariencia poco significativo, concluyó obstaculizando el movimiento de la columna imperial al empantanar el terreno y evitar el avance de los carromatos, impedidos de avanzar en el lodazal. La visibilidad de los arqueros y los movimientos de la caballería también se vieron afectados.
El choque fue feróz, entre el clamor de miles de hombres, se escuchaban los gritos de ordenes en el rudo latín de los centuriones, tribunos, y legionarios. A ellos contestaban los ordenes en el recio idioma germano, todos entremezclados con el bramido de las cornetas, los aullidos de horror y pedidos de clemencia de los acuchillados, el choque de las espadas romanas y las hachas de guerra alemanas, los relinchos, los ayes de las mujeres raptadas por los atacantes, y el espeluznante grito de terror de los mutilados
Finalmente, con un esfuerzo supremo si debemos creer en las relaciones romanas tomadas de los sobrevivientes, los romanos rechazaron el primer asalto alemán, e intentaron unirse para mostrar un núcleo lo más sólido posible y trataron atontados, shockeados y ensangrentados organizar la defensa.
Es evidente también que el ataque a los carros civiles, transtornó la columna imperial, ya que muchas de esas mujeres y niños, eran familia de los legionarios que luchaban, y serían la semilla de la provincia de Germania Magna. El desorden, y la angustia se sumaron al desbarajuste ocasionado por la poca visibilidad en medio del chubasco, la imposibilidad de adoptar el orden de batalla cerrado por la dificultad del terreno empantanado y lleno de arboles y la estupefacción ocasionada por una fuerza del ataque germano.
A la mañana siguiente Varus y sus oficiales ordenaron quemar todo el bagaje superfluo mientras veían como sus enemigos se reagrupaban para el ataque final. La disposición era abandonar el campo de batalla, sembrado de vísceras, miembros humanos y cadáveres. Quizás si alcanzaban el fuerte Alisum, o por lo menos salían a campo abierto, las legiones tendrían una mejor oportunidad ante el asedio germano.
El enigma obvio en este punto es como es posible que la fuerza legionaria, la mejor del mundo, fuese tan duramente golpeada, y que se resquebrajara como fuerza organizada ante el ataque bárbaro, cuando estos guerreros estaban mucho menos equipados defensivamente, y no poseían un equipo de guerra equiparable .
La respuesta parece ir mucho más allá de la sorpresa, los proyectiles con camiseta metálica, lo difícil de la geografía o la imprudente desorganización de la marcha. El valor y el salvaje arrojo de los germanos guiados por una mano competente como la de Arminius, que como ex legionario sabía donde y como golpear, pueden aclarar este punto.
Pero la explicación definitiva pude encontrarse en el hecho de que por primera vez en la historia un grupo de tribus reunidas bajo el comando de un líder audaz, estaba sembrando casi sin querer la semilla de la nación alemana, era un ya un pueblo unido, “ein volk” decidido a defender su libertad.
La prioridad de Varus y sus centuriones era entonces encontrar un terreno donde desplegar a los manipulos de manera correcta y proseguir la marcha.Sin embargo se logró un avance muy pobre. Rodeados por todas partes y sometidos a un ataque incesante, los romanos tuvieron que repetir por segunda vez la pesadilla insomne de la noche anterior.
“El siguiente día (el tercero) avanzaron en un orden un poco mejor, llegando a alcanzar campo abierto no sin sufrir perdidas . Al salir de ese sector se introdujeron nuevamente en el bosque, donde se defendían de sus atacantes sufriendo grandes bajas. Desde que tuvieron que formar sus líneas en espacios estrechos, en un orden en el que la caballería y la infantería juntas intentaban detener al enemigo, chocaban frecuentemente unos contra otros y contra los arboles” Cassius Dio Roman History 56:18-24
Después de este nuevo pero breve intento de avance, las tropas imperiales se vieron en la necesidad de preparar un terreno fortificado donde guarnecerse de los asaltos germanos y preparar una contra ofensiva que rompiera el cerco enemigo. Los legionarios se hicieron fuertes
tras sus improvisadas defensas y soportaron los ataques.
Esa noche entre los gritos habituales de los atormentados entre los que no deben haber faltado los desgarradores alaridos de los quemados vivos, ( viejo y conocido tratamiento germano contra sus enemigos ) los romanos deben haber llegado a la convicción de que si al día siguiente no se abrían paso, ni uno sólo de ellos saldría vivo de ese de ese enloquecedor y lugubre bosque.
Sin embargo los legionarios ya habían llegado al límite de sus fuerzas; después de 3 agotadores días de combate llenos de sangre, terror y muerte, y tres noches de haber dormido poco mal o nada, la desesperación comenzó a apoderarse de estas tropas que habían mostrando largamente prodigios de valor, pero no había sido suficiente.
En el stress de la batalla se deben haber dado cuenta por la incesante llegada de enemigos, que esta vez luchaban contra toda la nación sublevada. Los germanos así como harían luego con la cabeza de Varus, muy probablemente habrían enviado a las tribus indecisas toda clase de trofeos y miembros mutilados, instándolos a que se unan a la aniquilación de sus rivales.
El cuarto día, un encapotado cielo gris pareció ser un triste presagio de lo que sucedería. Un lluvia constante y feroz, acompañada de lo que parecen ser una racha de vientos casi huracanados se abatieron sobre el ensangrentado campo de batalla.
La hora decisiva había llegado.
LA CAIDA DEL AGUILA
Al cuarto día de combate, Varus y sus oficiales decidieron retomar la iniciativa mediante una embestida, que rompería el anillo alemán y les permitiría salvarse. Según las evidencias encontradas en el campo de batalla, muchos soldados antes del asalto decidieron enterrar su salario y otros bienes, en lugares donde después pudieran recuperarlos. Los recuperarían los arqueólogos casi dos mil años después.
Esto prueba que muchas de estos romanos ya estaban en el límite de su resistencia, y por primera vez en muchos años, dudaban de la victoria. Se pusieron en marcha en medio de la lluvia con las pocas armas arrojadizas que les quedaban, avanzando lentamente en medio del terreno mojado y con las corazas y armas defensivas empapadas y pesando mucho más que lo normal, debido a que muchas de ellas se fabricaban en cuero forrado de algodón.
Atrás en el campo fortificado, quedaron los heridos más graves, los civiles y algunos hombres para cuidarlos hasta que pudieran venir por ellos. Al llegar a la colina de Kalkriese las legiones optaron por subir la colina, según se dice porque los bárbaros habían derribado gran cantidad de arboles y habían construido una empalizada llena de obstáculos en el camino, que seguramente dividiría más la formación.
Desde la cima comenzaron a caer rocas y jabalinas, pero los romanos avanzaban orgullosos, muriendo en el intento. Arminius rápidamente reunió todos los hombres disponibles y los envió a reforzar las sucesivas posiciones germanas que comenzaron a ceder pero no se quebraban y devolvían golpe por golpe.
Entre los rugidos de guerra romanos o barritus , los pedidos de clemencia desgarradores, los alaridos de dolor, los relinchos de los caballos, los gemidos de los mutilados, las vociferantes embestidas de gigantes bàrbaros rubios con el rostro pintado de rojo que repartían hachazos y tajos de espada , en medio de ese espanto, los ejércitos encontraron un punto donde nadie quería retroceder, porque sabían que el derrotado no sobreviviría.
Las legiones ya totalmente agotadas, diezmadas y acometidas sin pausa, perecían de pie en un gran charco de sangre que se retorcia adolorido y aullante. Los lideres alemanes se dieron cuenta que todo el ejército imperial se tambaleaba y lanzaron un contraataque demoledor.
Las aguilas de los legiones XVIII y XIX, el símbolo mismo del poder militar del pueblo romano, los estandartes de su ejército, fueron capturados después de dar una muerte brutal a los portadores o aquilifers . El aguila de la legio XVII desapareció de la historia, algunos dicen que fue también capturada, otros que su portador en el colmo de la pena y el orgullo se arrojó a uno de los pantanos para hundirse con esta.
El fin había llegado
DIE VARUSSLACHT ( la derrota de Varus )
A esas alturas Varus se dio perfectamente cuenta de las trágicas consecuencias de su obstinación, y de lo que le pasaría si era capturado. Algunas fuentes dicen que le pidió a su esclavo que lo matara. Otra dice que puso su espada contra el piso y se dejo caer sobre ella.
En todo caso llega a nosotros la dramática resolución de un hombre totalmente deprimido y en el borde de la locura y desesperación. Su suicidio no fue el único, muchos de sus oficiales se abrieron las gargantas o los pechos con sus propias espadas, como correspondía a lo que los legionarios consideraban una muerte con honor, es decir morir con sus hombres antes que entregarse prisioneros.
Sin embargo dentro de ese ambiente frenético muchos romanos a diferencia de algunos de sus jefes y soldados, intentaron huir. El comandante de la caballería Vala Numonio entró en panico, y abandonó el campo de batalla con algunos hombres, sin embargo fueron alcanzados, acorralados, y destrozados:
“Vala Numonio dio un grave ejemplo de cobardía al abandonar a la infantería y huir tratando de alcanzar el Rhin con sus escuadrones de caballería. Sin embargo la fortuna vengó este acto, porque no sobrevivió a aquellos a quienes había abandonado, muriendo en pleno acto de deserción”. ( Velleius Paterculus, Roman History 2.119.4 )
El centurión Ceionius por su parte, esperaba con sus heridos y guardias dentro de la fortificación el desarrollo del combate. Un atardecer con el horizonte teñido de fuego fue marco de la destrucción de su tropa. Totalmente superado por el furioso contraataque germano, y con muchas brechas por las que entraba el enemigo, decidió finalmente rendirse para evitar el degollamiento de los legionarios a su mando.
Tenemos sin embargo claras referencias que la rendición no fue aceptada y los romanos fueron masacrados de manera atroz. A un prisionero le cortaron la lengua al grito de “Ahora serpiente dejaras de sisear”, otros según Tacitus que citaba a Plinio “el viejo”, comandante que años después pudo conversar directamente con algunos sobrevivientes, nos habla acerca de quemados vivos ofrecidos a los dioses en altares de victoria; a otros los crucificaron, y no faltaron las extracciones de ojos.
Caldo Celio se hizo pedazos el cráneo con las mismas cadenas con las que había sido maniatado después de ver el impresionante suplicio de sus compañeros, otros fueron mutilados o decapitados y sus cabezas sirvieron de trofeos.
Varias horas después, probablemente asqueados por su propia crueldad, por la necesidad de esclavos que fueran testimonio vivo de la derrota de las hasta entonces invencibles legiones, o simplemente agotados después de muchos días de lucha y ebrios por los brebajes con los que habrían celebrado la victoria, los hombres de Arminius pusieron fin a la masacre.
Si consideramos que en nuestros días la destrucción de un convoy de 20 mil personas sería considerado una tragedia de proporciones, imaginemos entonces la catastrofe que fue hace dos mil años el sacrificio de la expedición de Varus.
Nunca más el imperium romanun intentaría asentarse a gran escala al otro lado del Rhin.Luego ataque incesante para evitar el despliegue defensivo eficiente, aprovechar la espesura de la maleza para minimizar el efecto de los venablos, saetas y flechas que seguramente dispararían los escuadrones romanos y a la vez disparar hacia la columna enemiga sobre cubierto, atacar a los civiles para maximizar el terror y la confusión, y sobre todo lograr la sorpresa.
Una vez pactado el plan de la emboscada, los germanos se ubicaron en las cercanias de lo que ahora se conoce como la colina de Kalkriese (actual sector de la Baja Sajonia y Renania del norte, Westfalia), en el bosque de Teutoburg y esperaron pacientemente.
Arminius por su parte se dirigió hacia el campamento romano para seguir engañando a Varus, sin saber que un pariente cercano lo estaba traicionando.
DETENLOS A TODOS ¡!
A pesar de la aparente tranquilidad entre los expedicionarios imperiales, comenzaron a llegar noticias alarmantes sobre sublevaciones en varios puntos del territorio. Esto sin embargo no logró conmover a Varus. Tampoco hizo nada por variar el orden de marcha, ni enviar espias, exploradores o equipos de vanguardia. Sin embargo parece evidente que los legionarios en general estaban llenos de confianza en el poder y en la fuerza de su ejército.
Las formaciones militares romanas eran en su enorme mayoría veteranas de varias guerras y tenían amplia participación en combates. A pesar de toda esta experiencia los errores continuaron. No obstante las constantes advertencias acerca de un muy probable ataque masivo sobre los legionarios, estos siguieron calmada y lentamente su camino, debido sobre todo a la dificultad que ofrecía el terreno lleno de arboles y pantanos, y a los civiles con pesados carromatos que los acompañaban.
Fue entonces que Varus cometió uno de los peores errores de la campaña. Sucedió que Segestes, padre la esposa de Arminius, -Thusnelda- advirtió abiertamente al comandante romano que Arminius encabezaría una gran rebelión y que preparaba una emboscada. Solo había una forma de cortar el problema : Debes -dijo el rencoroso suegro- detener a todos los jefes germanos que acompañan a Arminius, incluso a mí, y luego somete a tormento a tus prisioneros para que confiesen su plan!!!
Varus sin embargo estaba al corriente de viejas rencillas entre Segestes y su yerno por motivo de la rubicunda Thusnelda, quién había escapado a un matrimonio arreglado por su padre para irse con Arminius, a quién profesaba un amor y una devoción encomiable.
Por lo tanto Quinctilius Varus no sólo rechazó las puntuales advertencias de Segestes, sino que además lo acusó de estar calumniando a uno de sus hombres de confianza.
Aunque no se sabe con exactitud el número de germanos que aguardaban en la espesura del bosque de Teutoburg la llegada de sus enemigos, se calcula su número en no menos de 25 mil. Estos bárbaros que esperaban la señal para activar su enorme emboscada, estaban destinados a cambiar la historia del mundo.
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En el año 13, Julio César Germánico invadió la misma área con 50 000 hombres, enterró a los muertos de las legiones de Varo y llevó a cabo escaramuzas en toda la zona circundante.
Arminio resistió con éxito una serie de batallas y estuvo a punto de aniquilar otro ejército romano comandado porCecina en la batalla de los puentes largos; pero la firme resistencia de las legiones, sumado a la indisciplina de su tío Inviomerus, quien atacó el campamento romano demasiado pronto, salvó a Cecina de sufrir el destino de Varo. Cecina retrocedió con tropas algunos kilómetros, mientras los guerreros de Inviomerus saqueaban el campamento.
La batalla de Teotoburgo
La esposa de Arminio
En el año 15, Germánico atacó otra vez los asentamientos germanos y capturó a Thusnelda, la esposa de Arminio, que fue entregada a los romanos por su propio padre Segestes como un acto de venganza contra Arminio. Segestes la había prometido como esposa a otro hombre, pero Thusnelda se había escapado con Arminio y se había casado con él después de la victoria del bosque de Teutoburgo. Segestes y su clan eran clientes de los romanos y se oponían a la política libertadora de Arminio (lo mismo que hizo Flavo, el hermano de Arminio).
Arminio fue instado por Flavo a que colaborara con los invasores latinos, pero él se negó. Y se entabló una gran batalla entre Arminio y los romanos en la Idistaviso, probablemente cerca de Minden. Pero no pudo recuperar a su esposa.
Thusnelda fue llevada a Roma, exhibida en el desfile de la victoria de Germánico en 18, nunca volvió a ver su tierra ni a la familia y desapareció de la historia. Tumélico, el hijo de Arminio que ella tuvo en cautiverio, fue entrenado como gladiador en Rávena y murió antes de los 30 años de edad en un encuentro de gladiadores.
La última batalla
La última batalla importante entre Germánico y Arminio, con grandes pérdidas por ambas partes, tuvo lugar en el año 16 en Idistaviso (Angrivarierwall) cerca del río Weser. Los romanos evitaronderrotaron a Inviomerus fue incapaz otra vez de atenerse al plan de batalla. Pero de todos modos, esta batalla marcó el fin de los onerosos intentos romanos de subyugar el norte de Alemania.
Legionarios romanos
Germánico se alzó con la victoria y se mantuvo un tiempo en la región hasta que el emperador decidió evacuar un territorio considerado inhóspito y poco productivo. Recién entonces, los germanos vieron su tierra libre de invasores. Tácito tenía razón al llamar a Arminio “el hombre que libertó Germania”. Sus tácticas traicioneras debilitaron el poder romano en la región y lo forzaron a replegarse hasta el Rin y el Danubio, fronteras que recién lograrían atravesar (los germanos) cuando la decadencia y debilitamiento del imperio.
Alianza rota
Una vez que Roma se retiró detrás del Rin, una guerra rompió la alianza entre Arminio y Marbod, el rey de losmarcomanos (marcomanni) en la moderna Bohemia (en República Checa), el otro líder importante de la época. Arminio había tratado repetidamente de formar una alianza sólida contra los romanos (incluso le envió la cabeza de Varo después de la victoria de Teutoburgo), pero Marbod no quería actuar como un soporte de Arminio.
Muerte a traición de Arminio
La guerra terminó con la retirada de Marbod, aunque Arminio no le persiguió, ya que estaba enfrentando serias dificultades con la familia de su esposa y otros líderes prorromanos. En el año 21 d. C., a la edad de 37 años, fue asesinado a traición por miembros de su familia política.
Legado
Arminio no quedó solo en la historia de la lucha contra los romanos. El siglo XIX fue testigo de la resurrección de muchos antiguos líderes guerreros que fueron usados como símbolos por los nacionalistas: los francesesexplotaron a Vercingétorix, los belgas a Ambiórix, los holandeses a Julio Civil (Julius Civilis) y los británicosa la reina Boudica. La diferencia es que todos ellos fueron derrotados por los romanos; en cambio, Arminio es el único que los venció.
Mención aparte merecería el caudillo lusitano Viriato; también venció a los romanos, pero nunca fue vencido, al contrario que el germano.
Museo de Kalkriese Cartel propagandístico del partido nazi (1932), utilizando la figura mitificada de Arminio (Hermann) tal como aparece en el monumento de casi sesenta metros de altura dedicado al guerrero germano en Detmold. El monumento fue inaugurado por el Kaiser Guillermo I en 1875, en plena euforia por la victoria en la guerra franco-prusiana (1870-71) y la unificación
MOMMSEN Y UN MAYOR INGLÉS
Desde el siglo XVII, los campesinos de esta región encontraban en sus campos monedas romanas. En el XIX Theodor Mommsen (1817-1903), el sabio universal autor de una Historia de Roma que mereció el Premio Nóbel de Literatura en 1902, las hizo examinar, estableció la relación temporal con la batalla y llegó a la idea de que el lugar de Kalkriese, “entre una montaña y un pantano”, podía haber sido su escenario. Su hipótesis quedó cubierta por otros setecientos lugares de Alemania que se atribuían, con más voluntad que fundamento, el honor de haber sido el escenario de tan patriótica batalla. Fue un mayor del ejército británico estacionado en Alemania y destinado en Osnabrück, llamado Tony Clunn, quien, en 1987, armado de un detector de metales, la hipótesis de Mommsen y un mapa con los hallazgos de monedas en el lugar, levantó la liebre. Clunn encontró 160 monedas juntas y tres piedras del tamaño de una almendra con cáscara, que eran proyectiles de honda como los usados en el ejército. Veinte años de excavaciones arrancan de esos hallazgos.
“Al principio pensamos que podía tratarse de un campamento”, explica Susanne Wilbers-Rost arqueóloga en el lugar desde 1990. Los legionarios ganaban en aquella época unos 225 denarios al año y muchos llevaban consigo sus ahorros, lo que explica la abundancia de monedas perdidas en el caos de la batalla y no saqueadas por los vencedores. Luego se empezaron a encontrar restos de armas, huesos de hombres y animales, restos de corazas, indicios de un parapeto. De los dientes de una mula se dedujo que había estado recientemente en la zona mediterránea. Al final se puede concluir que, “lo de aquí no fue una simple escaramuza, sino una batalla brutal e importante” y que, “en ningún otro lugar se han encontrado tales indicios”, lo que convierte a Kalkriese en el escenario más plausible.
EL LIMES ROMANO EN EL SIGLO III
En siglo III dC saqueadores germanos penetraron en el Imperio en diversos ataques. Durante mucho tiempo se consideró que las líneas fronterizas fortificadas del Limes en el alto Rin y en el curso superior del Danubio, habían caído en un súbito y masivo ataque germano, que eliminó toda vida romana a lo largo de la frontera. Hoy esa teoría debe ser matizada. En el 213 dC bandas germanas atacaron la frontera por primera vez. El ejército romano contraatacó y se restableció la paz por veinte años. Entonces, los Alamanes penetraron en el Imperio, aprovechando que muchas tropas de aquella frontera habían sido enviadas a otras zonas bélicas del Imperio dejando desprotegida la línea. Como consecuencia de nuevas retiradas, se produjeron nuevas invasiones que sembraron inseguridad en las provincias occidentales. Crisis económicas y luchas por el poder entre emperadores rivales, intensificaron la crisis del Imperio. La situación no se estabilizó hasta los años ochenta, aunque para entonces los romanos ya habían abandonado los territorios imperiales al este del Rin. El objetivo de las incursiones germanas no era la conquista, sino el botín, con el que los caudillos mantenían unida a su tropa. Una lógica, aun actual, animaba el impulso: poder para hacer la guerra, y hacer la guerra para mantener, o aumentar, ese poder.
Museo de Kalkriese Botín germano de objetos romanos
La arqueología ha reconstruido el escenario y circunstancias de la mayor victoria germana sobre el Imperio de Augusto en un bosque de Alemania, hace dos mil años
Hace dos mil años, en el año 9 de nuestra era, hubo una batalla cerca de Osnabrück, en el noroeste de Alemania. Tres legiones romanas al frente de Publio Quintilio Varo, unos 15.000 hombres, fueron exterminadas por un caudillo germano llamado Arminio. Fue la famosa derrota de Varo (clades Variana) en el bosque de Teutoburgo, una de las mayores del imperio, desde la de Craso ante los partos en el 53 a.C. y la de Antonio en el 36 a.C.
Muchos siglos después, Arminio fue convertido por el nacionalismo germano en mito nacional. Transformado en “Hermann”, el Viriato o Don Pelayo alemán, su gesta, evocada por Lutero en el pulso con el catolicismo romano, inspiró la lucha contra Napoleón, acompañó la guerra franco-prusiana de 1870 y la unificación bismarckiana, y se mantuvo hasta el nazismo. Hoy, Alemania dedica al bimilenario del evento una macro exposición dotada con doce millones de euros, que ha sido inaugurada por la Canciller Angela Merkel.
La aniquilación de más de diez mil legionarios al final de la época de Augusto, en el apogeo del Imperio, no fue guión que entusiasmara a los clásicos latinos. Sus crónicas evocan de pasada tan desagradable asunto. Tácito, que escribe un siglo después, sólo dedica en sus “Anales” una breve referencia a la batalla, narrando el regreso a su escenario de una fuerza militar al mando de Germanicus, seis años después de los hechos.
“Acompañados de algunos supervivientes del desastre visitaron el lugar, con sus horribles visiones y asociaciones. En el centro del campo estaban los huesos blanqueados de los soldados, cada uno en el lugar donde había caído defendiendo su posición o huyendo, esparcidos por el suelo o apilados. Cerca había restos de armas, huesos de caballos y también cabezas humanas, clavadas en los troncos de los árboles. En las arboledas cercanas estaban los bárbaros altares en los que tribunos y centuriones habían sido sacrificados”. En ese ambiente, los soldados de Germanicus enterraron los restos, “sin saber si se trataba de propios o extraños”, escribe Tácito.
Unos veinte años después de los hechos, Velleius Paterculus dedica también unas líneas al suceso citando a testigos presenciales. En su “Historia Romana”, Velleius promete abundar en el tema en una obra posterior, pero, o no lo cumple, o esa obra se perdió, explica la arqueóloga Heidrun Derks, que lleva nueve años excavando aquí. La principal y mejor fuente sobre la batalla es Cassius Dio Cocceianus que escribió en el siglo III y utiliza fuentes escritas, hoy perdidas, de coetáneos. Este autor describe con claridad una enorme y mortífera emboscada:
“Estalló una tormenta y empezó a llover. El suelo estaba embarrado y resbaladizo, cada paso era un peligro. Los árboles se rompían y los árboles caídos complicaban el avance. En tal situación, les cercaron los bárbaros que se conocían todos los atajos. Surgieron inesperadamente de todas partes, entre las mayores espesuras del bosque”.
Con ayuda de estas crónicas y cierta dosis de azar, como suele ocurrir en esta ciencia, la arqueología ha reconstruido las circunstancias y la más que probable localización de aquel drama en Kalkriese, veinte kilómetros al norte de Osnabrück y a unos ochenta de la frontera holandesa. El lugar es hoy un espacio boscoso tomado por los autobuses de jubilados y colegios, que lo visitan en multitud, pero no cuesta imaginarse la escena: bajo una tormenta otoñal, un gran ejército en el camino de regreso a sus cuarteles de invierno, ajeno al peligro e inducido por una traición a pasar por un largo y en algunos lugares angosto paso, entre una montaña, al sur, y una gran zona pantanosa, al norte. Los germanos habían preparado empalizadas y baluartes que dominaban el lugar.
Setenta años antes, César había establecido el Rin como frontera oriental del Imperio pero medio siglo después una docena de establecimientos y algunos grandes campamentos al este del río, confirmados por la arqueología, daban fe de los planes de creación de una nueva provincia, más allá de aquel límite. El encargado de organizarla era Varo. El Cónsul era una persona madura y experimentada, tenía más de 50 años al morir en el desastre. Era un hombre de crisis, a quien Augusto había encomendado asuntos difíciles en Palestina y Siria, donde crucificó a 2000 rebeldes, lo que sugiere que se conocía la dificultad de su nueva empresa. Su derrota puso fin al proyecto de la nueva provincia. Los romanos siguieron paseándose al este del Rin -sus exploraciones llegaron hasta el Elba- pero ya sin intención de asentarse.
Arminio /Hermann era hijo de un jefe querusco y había combatido en el ejército romano, al que conocía bien. Tenía 26 años. Dirigía una tropa auxiliar germana y había sido elevado al título de caballero. Era un aliado y amigo de Varo. El Cónsul recibió confidencias sobre su planeada traición pero no las creyó. Fue Arminio quien llevó al ejército romano a la trampa del bosque de Teutoburgo, sugirió una variación en la ruta, y desapareció del convoy con una excusa.
“Sabía por experiencia que al ejército romano no se le podía vencer en campo abierto y también que los legionarios en marcha, cargando unos 40 kilos, necesitaban algunos instantes para ponerse el equipo, desanudar el casco que llevaban colgando bajo el tórax, desarmar el petate de la lanza, preparar las armas, etc.”, explica Dersk. Sin sus protecciones de hierro, los romanos estaban mucho más a la par con los germanos, que eran más ágiles por carecer de impedimenta, y en aquella ratonera no había espacio para organizar formaciones de combate. Según Cassius Dio, la matanza duró cuatro días y tuvo varios escenarios. La arqueología lo ha confirmado encontrando 5000 muestras romanas, incluidas 1600 monedas, armas y una máscara de caballero que es la joya de la exposición y emblema de la batalla, extendidas a lo largo de 11.000 metros cuadrados excavados y 30 kilómetros cuadrados examinados.
Muy pocos escaparon. Varo, herido se suicidó. Su cabeza fue enviada por Arminio a Marobod, rey de los marcomanos, con una oferta de alianza contra Roma, pero éste, temiendo la ira romana, la envió a Roma donde fue finalmente enterrada en el panteón familiar con todos los honores.
“Fue una derrota enorme, sicológicamente tanto más dura e inesperada si se piensa que los romanos llevaban treinta años guerreando en Germania y creían que el capítulo militar ya había pasado”, dice la arqueóloga. La pérdida de las águilas de las tres legiones aniquiladas, la XVII, XVIII y XIX, era la mayor deshonra. Los números de esas legiones no se restablecieron en el ejército de Augusto, que contaba con unos 300.000 hombres en todo el Imperio, incluidas tropas de apoyo. La búsqueda de las águilas comenzó al año siguiente. Seis años después, Germanicus recuperó dos de ellas y tomó presa a Thusnelda, la mujer de Arminio, lo que enriqueció el mito romántico de Hermann. El propio caudillo germano fue asesinado cuatro años más tarde, en el año 19, por sus propios parientes.
La leyenda de Hermann aparece a partir del siglo XVI. Fue alimentada por el propio Lutero quien dijo que si hubiera sido poeta le habría gustado loar a Hermann. La historia contenía, “buena sustancia para óperas barrocas y novelas”, dice Derks. Alcanzó hasta el nazismo. En 1934, la obra del romántico Henrich von Kleist “Die Hermannschalcht” fue representada en 150 teatros del país y celebrada como quintaesencia del teatro nacional-socialista.
DOCTORA ANA MARIA VAZQUEZ HOYS
AUTOR: Rafael Poch.
- (2004) Libros I–XXXV (fragmentos). Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-2728-8.
- (2004) Libros XXXVI–XLV. Madrid: Editorial Gredos. ISBN 978-84-249-2729-5.
- Kovaliov, Serguei Ivanovich (1998). Historia de Roma. Traducción del ruso a cargo de Domingo Plácido Madrid: Akal Ediciones. ISBN 978-84-460-2822-2.
- Volumen I: Libros I–III. 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1492-9.
- Volumen II: Libros IV–VIII. 1992 [1ª edición, 2ª impresión]. ISBN 978-84-249-1494-3.